martes, 14 de enero de 2014

V. La vida de Brian


"Estáis equivocados. ¡No tenéis por qué SEGUIRME! 
¡No tenéis por qué seguir a NADIE! 
¡Tenéis que pensar por vuestra cuenta!
 ¡Cada uno es un individuo!" La vida de Brian, Monty Phyton


El espejo de la habitación de hotel junto al último grito había recibido un fuerte impacto, aun había restos de sangre junto a los pedazos, en el suelo en posición fetal y hecho un ovillo se encontraba Paulus.
-Maldito seas…-Repetía una y otra vez el ángel caído.
A su recuerdo empezaron a venir toda clase de recuerdos, pero ninguno era un recuerdo feliz, Paulus ya no recordaba nada que le diera luz y calor a su interior.
Su época como querubín del coro de los ángeles,  su época como observador y vigilante de los hombres, quedaba tan y tan lejana y tan y tan remota que por momentos le parecía mentira.
Poco a poco la mente de Paulus empezó a enturbiarse…sería toda su historia una mentira, sería todo un sueño, una mala pasada del destino, entonces la historia que había contado a Nicole empezó a mezclarse con flases de la vida de una persona normal y corriente, la persona que él había elegido ser, un tal Brian Redfox.
Ontario (Canadá), 18 de febrero de 1978 en el seno de una familia acomodada, nace su primogénito, al que deciden llamar Brian. La infancia de Brian fue como la de muchos críos, sin preocupaciones más allá de las propias de la edad. La madre de Brian, Martha era profesora de infantil y su padre, John era representante de comercio. Además de Brian, los Redfox tuvieron otro hijo, Sean, pero este falleció muy joven con apenas tres años de una afección cardiaca.
Martha y John tardaron en superar la pérdida de su hijo pequeño y quien más lo noto fue Brian, pues desde aquel momento el joven muchacho se encerró un poco en sí.
La adolescencia de Brian, no fue sencilla, siempre le costó encajar, siempre desafiaba a la autoridad y muchos lo veían como un chico problemático al cual era mejor ignorar.
Así con esa etiqueta creció el muchacho ignorado en invisible para los demás.
Todo cambió cuando por motivos de trabajo sus padres cambiaron de residencia, de Ontario a Nueva York, Martha dejó de trabajar y pudo centrarse un poco más en su hijo, pero quizás ya era un poco tarde.
América no era Canadá y los desaires de un chico rebelde no quedaban sin consecuencia, aquí llegaron las primeras broncas, los primeros castigos severos y las primeras peleas, una espiral de odio reprimido con más odio que obligó a los padres de Brian a internarlo en una escuela militar antes de que echara a perder su vida…
De nuevo lagunas en la mente de Paulus, el reconocía los nombres, Martha Redfox, John Redfox, Sean Redfox, pero era incapaz de ponerles una cara. Paulus se levantó del suelo se miró al espejo medio roto y ensangrentado e intentó hacer memoria, un rasgo, sólo quería recordar un rasgo, y entonces otro aluvión de recuerdos espectrales le inundaron, haciendo brotar agrias lágrimas de sus ojos.
Septiembre de 2001 Brian se encontraba trabajando cuando todos los noticiarios interrumpieron su programación con la noticia que cambiaría la historia del mundo, hubo una serie de atentados ocurridos en la costa Este americana y entre las más de 3000 víctimas una era John Redfox.
El siguiente recuerdo era la rabia y la impotencia, sentimiento que recorría todo el País y el recuerdo de alistarse como voluntario, el desierto de Afganistán y de nuevo sombras espectrales, silencio y más oscuridad.
Después de eso un completo vacío hasta el recuerdo de los seminarios del Profesor Peter Sloterdijk, allí Paulus ya recordaba caras, expresiones y hasta frases del guión de sus primeras ponencias…
Tras recordar todo esto Paulus se empapó la cara con agua fría y respiro profundamente volvió a mirarse y la luz de sus ojos color miel parecía apagada, las arrugas más profunda y su semblante más oscuro, cuando quiso volver a enjuagarse la cara se encontró una tira completa de capsulas de Prozac, vacía sobre el lavabo.
-Necesito otro cigarro.- Se dijo así mismo, e inmediatamente se dirigió hacia el comedor donde apenas un rato antes había estado a Nicole algo en lo que ni siquiera el mismo ya creía.
La habitación aun contenía aromas embriagadores, aroma a humo a café y a perfume, afuera la lluvia continuaba, y dentro otra tormenta parecía que iba a desatarse…

Ya habían pasado varias horas desde la crisis y Brian apuraba su ultimo cigarrillo, sobre el cenicero una montaña de colillas, todo estaba en silencio hasta que una llamada lo interrumpió era del Doctor Sloterdijk. Brian dudó en cogerla y responder finalmente respondió.

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