V. La vida de Brian
"Estáis
equivocados. ¡No tenéis por qué SEGUIRME!
¡No tenéis por qué seguir a NADIE!
¡Tenéis que pensar por vuestra cuenta!
¡Cada uno es un individuo!" La vida de Brian, Monty Phyton
El espejo de la habitación de hotel junto al último grito
había recibido un fuerte impacto, aun había restos de sangre junto a los pedazos,
en el suelo en posición fetal y hecho un ovillo se encontraba Paulus.
-Maldito seas…-Repetía una y otra vez el ángel caído.
A su recuerdo empezaron a venir toda clase de recuerdos,
pero ninguno era un recuerdo feliz, Paulus ya no recordaba nada que le diera
luz y calor a su interior.
Su época como querubín del coro de los ángeles, su época como observador y vigilante de los
hombres, quedaba tan y tan lejana y tan y tan remota que por momentos le
parecía mentira.
Poco a poco la mente de Paulus empezó a enturbiarse…sería
toda su historia una mentira, sería todo un sueño, una mala pasada del destino,
entonces la historia que había contado a Nicole empezó a mezclarse con flases
de la vida de una persona normal y corriente, la persona que él había elegido
ser, un tal Brian Redfox.
Ontario (Canadá), 18 de febrero de 1978 en el seno de una
familia acomodada, nace su primogénito, al que deciden llamar Brian. La
infancia de Brian fue como la de muchos críos, sin preocupaciones más allá de
las propias de la edad. La madre de Brian, Martha era profesora de infantil y
su padre, John era representante de comercio. Además de Brian, los Redfox
tuvieron otro hijo, Sean, pero este falleció muy joven con apenas tres años de
una afección cardiaca.
Martha y John tardaron en superar la pérdida de su hijo
pequeño y quien más lo noto fue Brian, pues desde aquel momento el joven
muchacho se encerró un poco en sí.
La adolescencia de Brian, no fue sencilla, siempre le costó
encajar, siempre desafiaba a la autoridad y muchos lo veían como un chico
problemático al cual era mejor ignorar.
Así con esa etiqueta creció el muchacho ignorado en
invisible para los demás.
Todo cambió cuando por motivos de trabajo sus padres
cambiaron de residencia, de Ontario a Nueva York, Martha dejó de trabajar y
pudo centrarse un poco más en su hijo, pero quizás ya era un poco tarde.
América no era Canadá y los desaires de un chico rebelde no
quedaban sin consecuencia, aquí llegaron las primeras broncas, los primeros
castigos severos y las primeras peleas, una espiral de odio reprimido con más
odio que obligó a los padres de Brian a internarlo en una escuela militar antes
de que echara a perder su vida…
De nuevo lagunas en la mente de Paulus, el reconocía los
nombres, Martha Redfox, John Redfox, Sean Redfox, pero era incapaz de ponerles
una cara. Paulus se levantó del suelo se miró al espejo medio roto y
ensangrentado e intentó hacer memoria, un rasgo, sólo quería recordar un rasgo,
y entonces otro aluvión de recuerdos espectrales le inundaron, haciendo brotar
agrias lágrimas de sus ojos.
Septiembre de 2001 Brian se encontraba trabajando cuando
todos los noticiarios interrumpieron su programación con la noticia que
cambiaría la historia del mundo, hubo una serie de atentados ocurridos en la
costa Este americana y entre las más de 3000 víctimas una era John Redfox.
El siguiente recuerdo era la rabia y la impotencia,
sentimiento que recorría todo el País y el recuerdo de alistarse como
voluntario, el desierto de Afganistán y de nuevo sombras espectrales, silencio
y más oscuridad.
Después de eso un completo vacío hasta el recuerdo de los
seminarios del Profesor Peter Sloterdijk, allí Paulus ya recordaba caras,
expresiones y hasta frases del guión de sus primeras ponencias…
Tras recordar todo esto Paulus se empapó la cara con agua
fría y respiro profundamente volvió a mirarse y la luz de sus ojos color miel
parecía apagada, las arrugas más profunda y su semblante más oscuro, cuando
quiso volver a enjuagarse la cara se encontró una tira completa de capsulas de Prozac, vacía sobre el lavabo.
-Necesito otro cigarro.- Se dijo así mismo, e inmediatamente
se dirigió hacia el comedor donde apenas un rato antes había estado a Nicole
algo en lo que ni siquiera el mismo ya creía.
La habitación aun contenía aromas embriagadores, aroma a
humo a café y a perfume, afuera la lluvia continuaba, y dentro otra tormenta
parecía que iba a desatarse…
Ya habían pasado varias horas desde la crisis y Brian
apuraba su ultimo cigarrillo, sobre el cenicero una montaña de colillas, todo
estaba en silencio hasta que una llamada lo interrumpió era del Doctor
Sloterdijk. Brian dudó en cogerla y responder finalmente respondió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario