lunes, 13 de enero de 2014

IV. El Corazón y la Razón de un ángel caído


El camino que lleva a la felicidad pasa por reconocer tus miedos, aceptarse y respetarse a sí mismo como respetar a los demás, dejar a un lado el orgullo y la ira, pero no dejar de ser consciente de tus actos y compasivo con quienes lo merecen.
No aislarse en uno mismo, la soledad no es buena compañera, asumir que todos tenemos dudas y que siempre te surgirán nuevas a cada paso del camino, tener capacidad de sacrificio, saber sobreponerse y finalmente reconocer que con todo lo bueno y todo lo malo esta es tu identidad. Y aun así, puedes que no llegues a ser feliz nunca...
Pero sin embargo un día echarás una vista atrás y te sentirás orgulloso del camino recorrido. El Autor, dedicado a Sandra.


-Pensé que ya estarías acostumbrado.-
Se dijo así mismo entre susurros en sus pensamientos. Ya que quería disimular el silencio con el que habitualmente compartía su vida.
Esta vez lo dijo en voz alta-¡No!- Prosiguió con su conversación consigo mismo.
-No estoy acostumbrado, ¿Cuánto llevamos así, años, tal vez siglos?-
Entonces la conversación se tornó a algo similar a un diálogo entre su razón y su corazón.
-¿Cómo eres capaz de reprocharme todo lo que hago, es que ansías que estemos solos?
-Perdona que responda a una pregunta con otra, pero ¿Quién dice que estamos solos?
-Tú, a cada pensamiento, a cada mirada vacía hacia el infinito. Tú que te limitas a esperar una respuesta que nunca llega.
-Si me limito a esperar es culpa tuya…-Dijo en tono enfurecido.
-Cada latir, cada sentimiento es diferente, te dejas embriagar por las pasiones del momento, y por cada una de esas resacas nos matas lentamente. Te recuerdo cuando fue la última vez que nos expusiste por tus caprichos…Seguro que ni recuerdas el nombre de la chica.-
Hubo un silencio, el corazón se aceleró unos segundos para después volver a latir a un ritmo normal, si los corazones lloraran en ese momento por su mejilla caería una lágrima de sangre por cada nombre que le había venido al recuerdo.
-Ya estoy cansado, cansado de tus pasiones, de tus momentos, de que pienses que conectas con las chicas de una manera especial y de que luego siempre salgas lastimado.
Hubo otro silencio.
-No puedo…-
-¿No puedes qué?
-Dejar de hacerlo…-Masculló.
-Sí que puedes.
-No.- Contestó molesto.-Si lo hago dejaré de ser lo que soy, dejaré de ser útil.-
-Ya lo dejaste de ser hace tiempo…recuerdas…-
Entonces el corazón sintió una punzada de dolor como nunca.
-Fallaste, no somos felices porque fuiste débil, porque no mostraste el coraje suficiente cuando deberías haberlo mostrado.-
Y otro silencio más…
-¿Por qué haces esto? (Pausa) Dañándome a mí, nos dañas a todos los demás, ¿Lo sabías?
-Porque te necesitamos frío, indiferente, ninguno queremos que sufras más.
-Habla por ti, a mí nadie me ha pedido una opinión.
-¿Seguro? Entonces, (pausa) contesta: ¿Qué hace Paulus entonces escribiendo en su diario? Sólo escribe cuando sufre
-Si sufre también es por tu culpa…
-Cómo osas…
-Respóndeme tú: ¿Cuándo nos has ayudado a tomar una decisión? ¿Si tan listo te crees por qué no has inventado todavía nada para sacarlo de su propia celda? Hablas de las pasiones cómo si fueras un experto, culpándolas, pero y las decisiones, también son importantes, y eso es culpa tuya. Cuéntame (pausa) ¿Cuantas decisiones tomaste por él de las que ahora te arrepientes?-
En ese momento el tono de la conversación empezó a tomar un cariz amargo.
-No puedes dejarle vivir feliz sin más a cada momento, a cada persona, le haces pensar, y pensar, y pensar…buscar sus cosas positivas, sus cosas malas, recordarle los aciertos y los errores, haciendo que siempre dude de lo que siente.
-Si duda será por algo.
-Claro que es por algo, es por ti…Si es demasiado joven, si es demasiado mayor, si es demasiado alta, si es demasiado baja, si vive lejos…si hizo esto o hizo lo otro…Es conocer a una chica nueva y vienen las dudas.
-Si vienen las dudas es porque ya empiezas a sentir algo sin apenas conocerlas.
-Eso se llama crear lazos, Coronel Napoleón “Bonamente”. No sabía que también estabas ducho en las artes del cortejo.
-Pse…Crear lazos.
-Sí, esos mismos lazos que tu acabas siempre estropeando, bien por precipitarte, o bien por no tomar una decisión a tiempo.
-Lazos los cuales haces demasiado “íntimos” en ocasiones, que él esté solo no implica que toda mujer que se le cruce en su camino quiera tener un romance con él.
-¿Y por qué no?…Es precisamente ese pensamiento el que lo limita.
-¿Limitar…que hablas ahora?
-Tú lo haces ser menos que nadie, según tú, ninguna chica es perfecta o todas lo son y el que es imperfecto es él.
-Deja de sentir tonterías.
-Déjalas tú de pensarlas.-
De nuevo silencio.
-Tú y tus malditas corazonadas.
-Lo mismo puedo decir de tus ideas.
-Lo que está claro corazón, es que debemos colaborar, no podemos ir cada uno a nuestro antojo.
-Sé que lo que dices es lo correcto, pero mientras se sienta así, vacío, no puedo dejar de hacer otra cosa, si no fuera por sus pequeñas ilusiones, hay días que ni se levantaría de la cama.
-Lo sé, lo veo en sus ojos, están cansados de a cada mazazo poner una sonrisa.
-Pero a veces le puede la soberbia.
-Eso lo ha heredado de ti, no puede con las injusticias, y menos con las que no entiende.
-Pero si no las entiende, son fallo tuyo, para eso eres su razón.
-Sé que quieres decir, pero mientras no colaboremos será inútil. Podemos discutir, podemos ir cada uno por nuestro lado, pero acabará sufriendo, como siempre…
-¿Y qué propones?

-Ahora mismo, no lo sé, por eso él está gritando de rabia frente al espejo…

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