lunes, 13 de enero de 2014

I. La habitación de hotel.


“Aujourd'hui est un jour de pluie.”

Cierto olor a café recién hecho, fundido con el siempre embriagante humo de un cigarrillo abrumaban la habitación del hotel en el cual se encontraba Paulus.
El reflejo de su efigie en el cristal de la ventana para nada delataba que se tratase de alguien “especial” es más tenía una apariencia de lo más común, se trataba de un adulto de etnia blanca más delgado que atlético, que no llegaba al metro ochenta de estatura, pelo más o menos corto de color castaño oscuro y una barba de cómo se suele decir tres días.
Si algo destacaba de su aspecto eran sus ojos, unos ojos color miel brillante, capaces incluso,  de irradiar por si mismos una luz tenue hasta en el más oscuro de los rincones.
Paulus se encontraba de pie, vestido informal, botas deportivas, vaqueros y una camiseta gris oscura, de espaldas a la puerta de entrada a la habitación y observando por la ventana de esta.
Afuera, en la calle, llovía. Las luces de las farolas y de los coches que pasaban se reflejaban como si las aceras fueran un espejo y hacían que en aquella especial tarde de otoño en Metz las hasta las piedras más viejas de la zona antigua cobrasen vida propia.
Mientras, al otro lado del cristal, la mirada triste de Paulus  parecía perdida observando aquellas luces. Sus ojos, color miel,  delataban cierta amargura. Esa la amargura de aquel que ama sin ser correspondido y que con el paso del tiempo se acostumbra a la situación y a la vez que ama y odia a esa persona es incapaz de abandonar ese estado de soledad permanente autoimpuesta. Estado que aún era incluso más acentuado por los gestos de su cara con sus arrugas de expresión y su andar cabizbajo.
Serían sobre las 19:05 horas cuando llamaron a la puerta. Paulus pareció ni inmutarse, abandono su puesto de “vigilante de la ventana” y se acercó a saludar a su visita.
Al otro lado de la puerta estaba Nicole, una estudiante sobresaliente de “Filosofía y Letras” de último año de la Escuela de Diseño de Karlsruhe apasionada por la antropología.
Hace unos días en una de las conferencias sobre humanismo en la propia Metz de uno de sus profesores Peter Sloterdijk, conoció a Paulus. Además de asistente Paulus hizo una pequeña exposición sobre “La falsedad de las religiones”, en la cual criticaba duramente las tradiciones culturales, sobre todo, las referentes al origen del hombre en las religiones monoteístas.
Tras la conferencia Peter, Paulus, Nicole y algunos alumnos más del señor Sloterdijk se quedaron conversando tomando un café y hablando de antropología, de los orígenes del hombre, Brian sostenía una postura. Una teoría por la que cualquiera le habría tachado de excéntrico, incluso chiflado, y esta era que los humanos no estaban solos, que estos no habían sido los únicos seres de la creación y que como ellos y hechos a su imagen y semejanza los ángeles no eran seres de los cuentos o producto de los delirios o la imaginación, si no seres muy reales.
Tras la conversación Nicole se sintió cautivada por la idea y decidió quedar para cenar tranquilamente con Paulus mientras charlaban un poco más sobre el tema de los ángeles.
–Adelante– Dijo Paulus. –Hace un tiempo de perros, espero que no te hayas mojado mucho.–Prosiguió.
–No, no, gracias. Por suerte un amigo me ha traído.– Respondió Nicole.
–Por favor, ponte cómoda, como si estuvieras en tu casa, no tengo mucho que ofrecerte, si acaso café, pero si quieres luego podemos bajar a tomar algo.
–Gracias, pero no pasa nada.
–¿Por cierto, has traído una grabadora?–Preguntó Paulus.
–Sí, ¿Por?
–La vas a necesitar. Puesto que ya que estás interesada en el tema he hablado con el doctor Sloterdijk y me ha dicho que estabas buscando un proyecto de fin de carrera.
–Veo señor Redfox que no se le escapa ninguna.
–Jaja, por favor, llámame Paulus. Sinceramente no hubiera concertado esta cita sin haber pedido referencias previas. Alumna brillante, todo con matrículas y además aficionada al periodismo y la antropología. Creo, señorita Gedermars, que usted es la persona adecuada para escribir un artículo sobre llamémoslo mis “indagaciones”…
–Por favor, llámeme Nico o Nicole.
–Con mucho gusto.–Finalizó Paulus.
Ambos tomaron asiento de la manera más cómoda posible, a pesar de lo estrecho del cuarto. Nicole sacó de su mochila  preparó su material, las grabadora, las cintas una libreta con una batería de preguntas y otra libreta para tomar apuntes, varios bolígrafos, lápices y hasta un par de gomas y sacapuntas.
Al otro extremo de la mesa, la taza con café negro americano, un cenicero y un paquete de tabaco.
–¿Te importa si…?–Comentó Paulus a Nicole mientras hacía el gesto de encender un pitillo.
– Sin problema.–Respondió Nicole.

En ese momento Paulus encendió su cigarrillo y exhaló una profunda calada…

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