I. La habitación de hotel.
“Aujourd'hui est un jour de pluie.”
Cierto olor a café recién hecho, fundido con el siempre
embriagante humo de un cigarrillo abrumaban la habitación del hotel en el cual
se encontraba Paulus.
El reflejo de su efigie en el cristal de la ventana para nada
delataba que se tratase de alguien “especial” es más tenía una apariencia de lo
más común, se trataba de un adulto de etnia blanca más delgado que atlético,
que no llegaba al metro ochenta de estatura, pelo más o menos corto de color
castaño oscuro y una barba de cómo se suele decir tres días.
Si algo destacaba de su aspecto eran sus ojos, unos ojos color
miel brillante, capaces incluso, de irradiar
por si mismos una luz tenue hasta en el más oscuro de los rincones.
Paulus se encontraba de pie, vestido informal, botas deportivas,
vaqueros y una camiseta gris oscura, de espaldas a la puerta de entrada a la
habitación y observando por la ventana de esta.
Afuera, en la calle, llovía. Las luces de las farolas y de los
coches que pasaban se reflejaban como si las aceras fueran un espejo y hacían
que en aquella especial tarde de otoño en Metz las hasta las piedras más viejas
de la zona antigua cobrasen vida propia.
Mientras, al otro lado del cristal, la mirada triste de Paulus parecía perdida observando aquellas luces.
Sus ojos, color miel, delataban cierta
amargura. Esa la amargura de aquel que ama sin ser correspondido y que con el
paso del tiempo se acostumbra a la situación y a la vez que ama y odia a esa
persona es incapaz de abandonar ese estado de soledad permanente autoimpuesta.
Estado que aún era incluso más acentuado por los gestos de su cara con sus
arrugas de expresión y su andar cabizbajo.
Serían sobre las 19:05 horas cuando llamaron a la puerta. Paulus
pareció ni inmutarse, abandono su puesto de “vigilante de la ventana” y se
acercó a saludar a su visita.
Al otro lado de la puerta estaba Nicole, una estudiante
sobresaliente de “Filosofía y Letras” de último año de la Escuela de Diseño de
Karlsruhe apasionada por la antropología.
Hace unos días en una de las conferencias sobre humanismo en la
propia Metz de uno de sus profesores Peter Sloterdijk, conoció a Paulus. Además
de asistente Paulus hizo una pequeña exposición sobre “La falsedad de las
religiones”, en la cual criticaba duramente las tradiciones culturales, sobre
todo, las referentes al origen del hombre en las religiones monoteístas.
Tras la conferencia Peter, Paulus, Nicole y algunos alumnos más
del señor Sloterdijk se quedaron conversando tomando un café y hablando de
antropología, de los orígenes del hombre, Brian sostenía una postura. Una
teoría por la que cualquiera le habría tachado de excéntrico, incluso chiflado,
y esta era que los humanos no estaban solos, que estos no habían sido los únicos
seres de la creación y que como ellos y hechos a su imagen y semejanza los
ángeles no eran seres de los cuentos o producto de los delirios o la
imaginación, si no seres muy reales.
Tras la conversación Nicole se sintió cautivada por la idea y
decidió quedar para cenar tranquilamente con Paulus mientras charlaban un poco
más sobre el tema de los ángeles.
–Adelante– Dijo Paulus. –Hace un tiempo de perros, espero que no
te hayas mojado mucho.–Prosiguió.
–No, no, gracias. Por suerte un amigo me ha traído.– Respondió
Nicole.
–Por favor, ponte cómoda, como si estuvieras en tu casa, no tengo
mucho que ofrecerte, si acaso café, pero si quieres luego podemos bajar a tomar
algo.
–Gracias, pero no pasa nada.
–¿Por cierto, has traído una grabadora?–Preguntó Paulus.
–Sí, ¿Por?
–La vas a necesitar. Puesto que ya que estás interesada en el tema
he hablado con el doctor Sloterdijk y me ha dicho que estabas buscando un
proyecto de fin de carrera.
–Veo señor Redfox que no se le escapa ninguna.
–Jaja, por favor, llámame Paulus. Sinceramente no hubiera
concertado esta cita sin haber pedido referencias previas. Alumna brillante, todo
con matrículas y además aficionada al periodismo y la antropología. Creo, señorita
Gedermars, que usted es la persona adecuada para escribir un artículo sobre
llamémoslo mis “indagaciones”…
–Por favor, llámeme Nico o Nicole.
–Con mucho gusto.–Finalizó Paulus.
Ambos tomaron asiento de la manera más cómoda posible, a pesar de
lo estrecho del cuarto. Nicole sacó de su mochila preparó su material, las grabadora, las
cintas una libreta con una batería de preguntas y otra libreta para tomar
apuntes, varios bolígrafos, lápices y hasta un par de gomas y sacapuntas.
Al otro extremo de la mesa, la taza con café negro americano, un
cenicero y un paquete de tabaco.
–¿Te importa si…?–Comentó Paulus a Nicole mientras hacía el gesto
de encender un pitillo.
– Sin problema.–Respondió Nicole.
En ese momento Paulus encendió su cigarrillo y exhaló una profunda
calada…
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